El rápido auge de la inteligencia artificial (IA) está remodelando industrias, flujos de trabajo y vidas personales, ofreciendo avances sin precedentes en eficiencia, análisis de datos y toma de decisiones. Sin embargo, en medio de este progreso tecnológico, una cosa sigue siendo clara: la IA no puede replicar las cualidades profundamente humanas de la inteligencia emocional. Rasgos como la empatía, la autoconciencia y la conexión auténtica son vitales para fomentar la confianza y la colaboración, llenando los vacíos donde la IA no llega.